Hace poco más de 40 años los problemas más críticos de la sociedad se concentraban en el aumento acelerado de la población, en la contaminación de las fuentes de agua y en la deforestación. Los analistas preveían en ese momento que el siglo XXI se caracterizaría por la pérdida de diversidad biológica y un aumento significativo de los daños en la capa de ozono.
La realidad actual nos muestra que el gran problema se refiere al calentamiento orbital, producido por el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero; en tanto, la deforestación se ha acelerado a niveles insospechados y una sexta parte de la población carece de agua potable.
Los daños ambientales que preocupaban en el siglo XX, no se solucionaron. Por ejemplo, la población sigue creciendo y se va concentrando en los países más pobres, trayendo consigo el aumento de asentamientos humanos críticos y un urbanismo desordenado.
Los movimientos sociales que procuran un ambiente más equilibrado, denuncian que persiste un hueco gigantesco en la capa de ozono, debido a la prevalencia de los gases clorofluorocarbonados. Además, señalan que la erosión está acabando con las opciones productivas de millones de personas, debido a las malas prácticas productivas de los campesinos.
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